Claudio Monteverdi – Crucifixus (SV 259, Selva Morale e Spirituale)



Claudio Monteverdi – Agnus Dei (Messa a 4, SV 257, Selva Morale e Spirituale)

The Sixteen
Harry Christophers

Al viejo Monteverdi le gustaban los títulos bimembres. Los madrigales de su octavo libro son «guerreros y amorosos». Y el florilegio en que compendió al final de su vida lo mejor de sus tres décadas como principal responsable musical de la basílica de San Marcos de Venecia, o como «Maestro di Capella della Serenissima Repvblica di Venetia», como se lee en la dedicatoria a Eleonora Gonzaga, son piezas «morales y espirituales»: la conjunción sí importa. Esta duplicidad es, también, un reflejo de su propia personalidad, porque Monteverdi fue el perfecto músico bisagra entre dos épocas, tan portentoso en el ámbito sacro como en el profano, en la iglesia como en el teatro o la corte, en la prima y en la seconda pratica, en las obras a solo y a varias voces, concertadas y sin instrumentos, en remozar lo antiguo y aventurar lo nuevo, en crear síntesis perfectas a partir de elementos aparentemente antitéticos.
(https://elpais.com/cultura/2017/02/13/actualidad/1486977226_291167.html)
En 1613, Monteverdi fue nombrado maestro di cappella de San Marcos en Venecia, una magnífica basílica y la máxima expresión de la extravagante combinación de espiritualidad y espectáculo de la ciudad. A partir de este punto, hasta su muerte, 30 años después, compuso música grandiosa y dramática para la iglesia, incluyendo su antología monumental, Selva moral e spirituale, un «bosque moral y espiritual», publicado en 1641. Tan generoso como sugiere su título, esta obra, que une el Renacimiento y el Barroco, es un crisol de progresiones armónicas y alto dramatismo, en el que la música sacra adopta el lenguaje de la ópera. Incomparable maestro de la diversidad estilística, Monteverdi abarca toda la gama de emociones, desde la meditación hasta el estimulante ímpetu rítmico, en el que el coro y los solistas alcanzan alturas vertiginosas de intensidad sonora. Tal vez más que el celebrado Vespro della Beata Vergine, su obertura a Venecia, la liturgia de la Selva moral y espiritual exprese las pasiones de un período y una ciudad excepcionalmente brillante en sus numerosos medios artísticos y estilos de vida.

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